miércoles, diciembre 10, 2008

Liza escribe: TRAVESURAS DE UN ÁNGEL

Miguel decía que todo lo que se hace tiene una consecuencia, y mucho duré para comprobarlo. Miguel es un ángel, alguna vez dejó de serlo, y luego lo volvió a ser; tal y como yo, pero primero. Cuando un ángel deja de ser y se convierte en un humano quedan rastros, como cicatrices, la de él es más bien una mala costumbre, es muy bocón; no se le puede contar ningún secreto. También y como muchos de los ángeles que han cambiado de estado, es muy alto, cada vez que le hablo debo mirar hacia arriba; tiene la cara un tanto arrugada, como cuando hago muecas. Casi todos los ángeles de ‘Ciudad Ángel’, conocemos el “agujero” gracias a la gran boca de Miguel:
-Hace muchos años – me contaba – existieron dos de los ángeles más inteligentes y traviesos de ‘ciudad ángel’. Sabían ellos de la existencia de una esfera llena de animales graciosos y verde por todo el lugar, lo sabían porque se asomaban entre las nubes. Como eran muy curiosos, decidieron buscar la forma de bajar – me decía bajando la voz para que otros ángeles no escucharan – y la encontraron cavando un orificio entre las nubes por las que se asomaban y en mucho tiempo nadie supo más de ellos, desaparecieron de repente. Dos de sus mejores amigos, Set y Moac, espiaban de día y de noche por el “agujero”. Lo último que se les vio hacer a estos dos en esa forma fue juntar nubes, pedazos de estrellas y un tanto de oro-
- ¿Para qué?
- Es obvio, Sarita, para crear “rayitos”
- ¿Y qué hubo de los dos primeros ángeles? ¿cambiaron como tú? – Miguel afirmó con la cabeza y luego se alejó -.
La historia de Miguel había sido interesante y había abierto mi curiosidad. Había tantos ángeles de gran estatura, todos habían descubierto el “agujero” y se habían aventado a ir por él, ¿qué se sentiría? La obsesión me siguió varios días hasta que decidí buscar “el agujero”. Fue un hermoso día de concentración de ángeles; habían muchos espectáculos, ángeles que contaban cómo habían derrotado demonios, la obra de teatro “el ángel de la ópera”, el estreno del MAMAN (museo de arte moderno angelical), y unos cuantos más que tenían a la gente demasiado entretenida como para preocuparse de un solo ángel perdido. Caminé por cada rincón que veía, por calles de oro y plata, ríos de leche, paisajes de miel y cuando estaba a punto de dejarme embargar por el sentimiento de tristeza, vi el lugar más iluminado de todo el cielo, estaba desprovisto de nubes o cualquier otro material. Antes de poder llegar a él se encontraba una fila moderada de ángeles que esperaban ansiosos por algo.
- Hola Manuel -Hacía mucho tiempo no veía a este ángel, estaba un poco más crecido que la última vez, pero no tanto, supuse que ya había entrado en “el agujero”- ¿Sabes la razón de esta fila?
- Ajá, es para ver el “agujero”, yo ya no puedo bajar por él, pero me gusta observar.
El ángel que se encontraba delante de mí, me preguntó qué clase de ‘rayito’ tenía yo –ninguno-, le respondí y escuché la risa de todos los de la fila. -Es de los mirones cobardes, no más- escuché por todo lugar. Corrí hasta llegar a mi nube personal y me envolví en ella. En un momento escuché la voz de Manuel: - Me imagino que no quieres hablar – a lo que nada respondí – Está bien -me dijo mientras ponía junto a mi nube un pequeña caja- cuando lo desees puedes ver mi presente. Lo dejé alejarse un poco para que no advirtiera la curiosidad que me carcomía, y destapé la caja de rocío de madrugada con bastante ansiedad, para encontrar en el interior dos ‘rayitos’. Corrí tras de Manuel gritando y preguntando para qué servían. El ángel se giró poniendo un dedo en su boca, sugiriéndome prudencia en presencia de otros y me respondió -lo sabrás cuando necesites saberlo-. Sin hacer más preguntas me devolví a mi nubecita y me acicalé para volver a la fila lo más pronto posible, con mis dos ‘rayitos’ estrujados en la mano. A la hora de ver por “el agujero” mi emoción fue grande al ver a dos humanos, no estaban siquiera juntos, y como un reflejo les envié los rayos, uno a cada uno. De repente se volvieron a mirar y se sonrieron. En los días siguientes la curiosidad me llevaba a ver por “el agujero”, eran tan felices en su estado mortal, se tomaban de la mano y reían a carcajadas. Un día me dormí viéndoles y desperté en un lugar oscuro y con sonido muy extraños, mi cuerpo no era el mismo. A medida que el tiempo pasaba, me salían protuberancias como queriendo dar forma a lo que alguna vez fue mi cuerpo de ángel. Solo quería volver a la hermosa Ciudad Ángel, algunos cambios resultaban incómodos y era demasiado extraños para mí; por lo que jugué con líquidos, sustancias, movimientos y algunos órganos a los que tuve acceso hasta descompensar su cuerpo, a la mujer que me cargaba, la hacía devolver lo que ingería, que perdiera su equilibrio, que se sintiera miserable, que tuviera dolor e hinchazón y todo esto para que me dejara volver a mi lugar inicial. Mis deseos acrecentaban y hallé la forma de alterar mi cuerpo para que una vez me desprendiera del hilo que me mantenía unido con la mujer pasara por el proceso que devolvía a algunos de los ángeles a la ciudad natal. Sabía que desde ese punto todo era cuestión de paciencia, por lo que me dediqué a disfrutar de la pequeña cueva tibia, y para mi sorpresa habían cosas que no había notado antes, caricias que lograba sentir a través de las duras pareces que me recubrían, dos voces cantando al unísono, aunque la más gruesa a veces me torturaba. Hermosas frases que se dirigían a mí: “princesa”, “chiquita”, “nuestra dulce y pequeña Emily”. Ahora entendía por qué no todos los ángeles se devolvían pronto, por qué crecían en la esfera. Siento agitación, mi estado de ánimo parece haber afectado la cueva, siento frío, me desespero. Mis anfitriones gritan y lloran, agujas, presiones y ahora la luz que hiere mi piel y mi incapacidad de luchar, o de siquiera moverme, sonidos que retumban en mis oídos y noto que en mi desesperación interior me herí más de lo debido. Me llevo la cicatriz de la fragilidad: me equivoqué. Ciudad Ángel nunca será tan hermosa como lo fue.

martes, noviembre 25, 2008

Liza escribe: El astronauta (Antes de leer este, leer deshojando margaritas)

Gabo y su margarita, salían a correr cada mañana. Dibujaban sus manos y sus hojas en maderos secos, bailaban la danza de la felicidad y gozaban de la vida. Gabo se extasiaba en el dulce olor de su flor y la margarita emitía los más dulces olores cuando Gabito la acariciaba dulcemente. Cada día habían cambios nuevos en la flor, aunque gabo temía que se marchitara la flor empezada a brillar y cada día de hacía más caliente hasta que el niño no la pudo tocar más. A veces se elevaba sin razón y hubo que amarrarla a la pata de la cama para evitar que volara. Una noche de aquellas la margarita perdió su forma y se elevó de nuevo llevándose consigo la cama y dejando a gabito desubicado en el suelo de su habitación y con una ventana rota por la que se habían escapado su estrella margarita y su cama. El deseo había sido temporal, pero si estrella había bajado, lo mínimo que haría él sería subir por ella aunque le tomara mucho años. De esa forma Gabo se convirtió en el mejor de los estudiantes, para luego ser el mejor de los astronautas y tener su propio cohete, en el que ahora visita a diario a su estrella margarita, quien tiene para el cada día un desayuno espacial.

Liza escribe: Más de una flor (Antes de leer este, leáse dehojando margaritas)

Gabo puso su flor en el más hermoso de los floreros, le puso agua, azucar y todo cuanto decían en las revistas de floristería. Uno que otro día le llevaba colorantes para que se pusiera de otro color y se sintiera feliz. La margarita disfrutaba de las atenciones y era feliz, pero la naturaleza de flor es mucho más fugaz y menos duradera que la de una estrella, el oxigeno empezaba a faltar y poco a poco se marchitaba por lo que el pequeño no tuvo otra alternativa que construir a rapidez la más dolorosa y larga de todas las escaleras, para subir la margarita al cielo donde ella pertenecía.
Gabo nunca supo si la margarita se había marchitado por el pétalo que él arrancó, o si debió depositar la estrella sobre un gato para que sobreviviera y había errado en su deseo, pero lo que si debe saber es que la estrella le va a alumbrar desde lejos, y que una luna y un millón de flores más tocan a su puerta, porque vivir en el espacio después de todo, no es tan bueno para un niño como él.

Liza escribe: Deshojando Margaritas

Gabo es un niño feliz, al que solo le hace falta estar un poquito triste para ser un poquito más feliz. El camina cada día para su escuela, por el mismo camino y con cuidado de no pisar las margaritas, las admira un poco mientras pasa a través de ellas y espera ansioso el día de deshojar una preguntándole por algún amor incierto.

Un día oscuro y pálido, que terminó en una noche oscura y sin sentido, Gabo se sentó a ver las estrellas entre las margaritas y una de ellas le causó curiosidad; era hermosa y más brillante que las demás, pero Gabo no podía bajarla por más que su corazón lo deseara; Gabo tampoco podía subir hasta ella porque la escalera de su casa se la habían prestado a un vecino lejano; por lo que Gabo decidió pasar noches enteras a la espera de una estrella fugaz con la que pudiera conversar y pedir el deseo de bajar la estrella a la margarita más cercana. El pequeño rehusó la noche como visitante a Morfeo, y más bien el colegio se convirtió en su camino a los brazos del peculiar ser; entre gritos de la maestra y burlas de los compañeros, Gabito soñaba dehojando Margaritas y bajando estrellas con cuerdas de vaquero. Pocos días antes de que la suspensión por dormir en la Escuela llegara a manos de sus padres, Gabo había visto la estrella fugaz casi rozando a su otra estrella y en ese momento cerró los ojos y pidió el tan anhelado deseo. Al abrir de nuevo los ojos buscó a su alrededor alguna de las margaritas que brillara como su estrella, la misma que ya no estaba en el cielo y se preguntó si la había perdido, si su estrella había huído debido a su deseo y en su desesperación arrancó una margarita y la dehojaba lentamente preguntandose, vendrá o no vendrá. Luego de esa Margarita arrancó otra y otra y otra, hasta que por fin una de ellas se quejó cuando arrancó el primer pétalo. Gabo enseguida reconoció a su estrella y la levantó al cielo para compararla con el lugar que tenía antes, y así comprobar que era su estrella convertida en margarita.
(si a alguien interesa un final, decidan entre los próximos dos... Si el final está bien ahí, bueno, no es tan mal final)

miércoles, noviembre 19, 2008

Liza escribe: un águila

El sol descansa sobre su cabeza desnuda, y es el brillo de sus ojos calentaba el mundo. Pequeño frente al mundo, insignificante para muchos volaba con potestad, chillaba de vez en cuando para ser escuchado por su propio eco y bebia de los cactus néctares poder. De las más altas cumbres no había descendido desde sus más tiernos años, ni siquiera para cazar sus presas. Una tarde donde el sol rojizo y encendido golpeaba las escasas aguas de desierto haciéndolas fuego, se escuchó un llanto agudo y casi mudo, delicado y apacible; un hermoso y dorado pez, encendido a mil colores por las rocas y la arena, gemía de dolor. Las escasas gotas desaparecían de su delicado vestido y el corazón pequeño parecía terminar de latir. El águila con un movimiento fuerte y despiadado de sus fuertes alas, abandonó su orgullo y viajo por el inclemente vapor para tomar delicadamente al pez y ponerlo entre rocas llenas de sus lágrimas y jugos de flores. Cuando el pequeño pez despertó, temió por su vida recordando que alguna vez aquel bravo animal le había elevado por los aires hasta dejarlo caer en un charco sucio y desolado. El águila recordaba el dolor de su pez, lamentaba su pasado y cada día decoró la pequeña pecera con sus más hermosas plumas, la llenó de sus lágrimas y buscó las flores del desierto, todo ello sin mucho éxito. Tomó a su hermoso pez y con el voló por los terrenos que no conocía hasta encontrar un abundante arrollo donde le abandonó. En la orilla dejó un pedazo de su corazón, la más preciada de sus plumas y una flor a diario por si el pez regresa, pero utiliza sus alas para conocer lo que está más allá de su desierto. Con mucho cariño WC

domingo, septiembre 14, 2008

Liza escribe: El final del principito

Para aquellos que pensaron que el principito murió, nada me queda además de contarles que no tienen por qué estas tristes, yo lo he visto, y está bien, se escondió del mundo porque creció.
Desde la serpiente a los borrachos hicieron duelo por el desgonzado jovencito que una vez tendido en tierra y cuando fue consciente de que nadie más le veía, se levantó y corrió; viajó por lugares tenebrosos cuya tiniebla no le dejaba ver el sol. En un madero de desmayó y en el fondo escuchó risas y parloteos. Se preguntó cómo alguien podía vivir en semejante lugar y ser feliz al mismo tiempo, poco después lo descubrió y es aquí donde comienza mi historia.
Aquella flor, del planeta del principito, sufrió con la ausencia de su cuidador. Gritaba al universo pero nadie respondía a sus preguntas, cuanto humano visito las tierras, no quiso escuchar ni responder. Ella decidió hablar con su enemigo, el cordero, cada noche le contó historias de caballeros y de principes en torres, de gusanos gigantes y de lugares donde hombres trabajaban a diario y olvidaban sonreir; con todo este esfuerzo, se ganó la confianza de su enemigo y logró que desgastara la reja que le protegía y la pusiera con cuidado en una maceta. Después el buen corderito la cargó en su regazo y visitaron plantea por planeta, en busca del principito. Muchas veces vagó en jardines, confundiendo a su principito, pero convencida de que ninguno de ellos po´día si quiera igualarlo llegó a aquel planeta al que van los que han dejado de ser niños. Había escuchadop ya consejos, y habían infuncido en su corazón de clorofila, miedo a esas extrañas personas de corazón frío.
Un poco antes de entrar allí, y junto con su fiel amigo cordero, descolgaron una estrella y la pusieron sobre un madero viejo y de mal olor. La estrella fue ascendiendo y en ella unos ojos negros o cafés se fijaron, iluminándose y volviendo a la vida... Esta estrella en un sol se convirtió y aunque el principito ya creció, encontró la forma de seguir siendo un niño, de la mano (o mejor de la hoja) de la florecita a la que tanto amó.
Homenaje a ti, mi principito y a un quince más

viernes, agosto 08, 2008

Liza escribe: Una vida en gris

Las paredes llenas de recuerdos en fotografías, estantes colmados de trofeos de vida, la luz tenue y una cama llena de él, de quien atestigua cada rincón. Sus ojos entrecerrados como esperando el zarpazo que termine con el dolor que lo carcome lentamente. Seis meses de una enfermedad terminal no logran finiquitar la vida de éste, que lleva a cuestas una vida de excesos, redundancias y contradicciones, y llena la cama de un cuerpo casi inerte y lleno de llagas. La sombra de la esquina atormentaba al joven, pues de ella era dueña quien ocupaba la antigua mecedora; cubierta ella con un manto oscuro y sosteniendo de nada más con huesos maltratados la afilada y oxidad hoz. Era la muerte quien esperaba pacientemente a que el dolor y el sufrimiento se llevaran la escasa vida que quedaba, para así entrar a la escena. Mientras tanto afilaba su hoz con la punta de la lengua, sacando chispas de las que brotaban tinieblas. En la otra esquina de la pequeña habitación, una luz emanó, descubriéndose tras de ella pedazo por pedazo a un personaje de manta blanca, impecable y brillante, pegado a grandes alas. Su rostro angelical, rodeada de mechones dorados se enfrentó con el manto negro que dibujaba una calavera tenebrosa. Los ojos del joven se cerraban conformes, y una batalla comenzaba sin que él tuviera consciencia. Un bastón dorado y la hoz hacían fuerzas cuidando cada uno a su dueño. La muerte con un ritmo lento y feroz bailaba y reía mientras atacaba, la vida de forma delicada se deslizaba esquivando y aguantando el momento preciso. La muerte en un salto poderoso da una estocada que arranca más de la mitad de un ala, y el joven siente la estocada con sudor frío y se retuerce mientras de él sale un vómito oscuro; la vida se defiende como levitando y con un rayo de luz ahoga a la muerte que cae al suelo y siente el bastón atravesar su huesuda existencia. Un poco aliviado, el joven, se sienta en su cama sin entender la lucha que se desata y bajo la mirada de la vida vuelve a caer en cama cuando, aprovechando la distracción, la muerte se arrastra y corta un pierna de la vida con su afilada hoz. La vida ya acongojada saca su espada de fuego y sin pensarlo, corta en dos la muerte por la cintura, despertándose el joven acelerado, agotado. Angelicalmente el ser blanco, siente la tranquilidad y el fluir de vida y acaricia al muchacho, con sus manos llenas de victoria el joven sonriente respira. Un beso cerraría el episodio, de no ser por la cara de pavor que atestigua de la muerte repitiendo "me niego a ver su victoria a causa de mi derrota, no me han vencido, no lo harán" y el brillo de la hoz hace que pequeñas estrellas reemplacen el cuerpo de la vida. Tras el negro manto se dibuja una sonrisa que termina en una cama fría, llena de un cuerpo helado y sin vida de un prisionero de guerra.
Si tus ojos ven como los míos...

jueves, marzo 06, 2008

lux semper luceat Pirinola

"Semejante vaconón tan jijuemaiza, barcinita y tetona la porquería. ¿Y luego que diablos estaba buscando pu'allá? ni que no tuviera pasto en el peladero! Y antes dizque entre'un vallao, horqueteada con la jeta y todo pa'rriba. Ahh jijuna vaca! ay Cristo Rey que desgracia tan desgraciada! Eso ni que uno fuera hijo de dos compadres pa ser tan de malas Verdá pa mi Dios! Y ahora pa conseguir otra y como están de baratas la jijunas vacas; eso ni pagándolas a como pidan. Ahh con su manié la Pirinolita! ¿Qué diablos taba buscando esta vaca malnacida allá entre ese vallao? Ora dizque confundiendo el pasto con el agua! ayy Virgen santísima!! yo no consigo otra vaca igual y eso ni a las..."
JV Paz en la tumba de Pirinola.