miércoles, diciembre 28, 2005

Liza escribe: Memento, un cuento raro

Siempre habían de recordarlo porque no recordaba. Aquello de ver un rostro, estar seguro de que lo había visto en algún lado, que no era un personaje más del cuento pero que ni idea de quién carajos era… eso era lo que pasaba muy frecuentemente.Nadie le prestaba demasiada atención a la pendejada del hombre, igual resultaba muy gracioso cuando olvidaba algo demasiado lógico, como que los martes tenía que ir por lo de su pensión - a él no le escribían a la casa ni le consignaban en cuenta sino que le tocaba ir que donde el amigo del amigo de la mamá a que le entregara un par de centavos que le mandaba de España – y lo más preocupante es que no notaba la falta de dinero hasta el viernes, cuando siempre el dizque sobrino – eso decía el pelado, él no se acordaba, y como le daba vergüenza no le preguntaba- le pedía que tío que si me ayuda con lo de las onces de la próxima semana que mi mamá no tiene, y el hombre que se mandaba la mano al bolsillo y para sorpresa del lector y de él mismo – del pelado no porque ya conocía al hombre - no tenía un solo centavo, y era por eso que había pospuesto lo de desayunar y no recordaba siquiera que tenía que almorzar y a eso se debía el infinito dolor de estómago que le llegaba hasta la cabeza a las ya muy 3 de la tarde, y no era migraña sino una úlcera ya avanzada, bien avanzada… todo cuestión de la cuestión de la memoria que no le servía para medio carajo y la vaina más grave es que ni idea si tenía que tomar o no pastillas, porque pastillas tenía por toda la casa, lo grave era no saber quién las había recetado ni para qué. El cuento es que un día resultó en el parque y le pareció buena idea hablar consigo mismo en voz alta, qué mejor que un lugar lleno de árboles – o arbóles jeje- y de naturaleza para hablar consigo mismo seriamente, encontrarse más profundamente como los cabezas rapadas esos que andan en chanclas y no me acuerdo cómo se llaman y saber que qué es lo que pasa mijo, que es esa olvidadera tan verraca hermano que ya me está mamando, que ya no me acuerdo si cuando chiquito era niño o niña, póngase las pilas ola que qué va a ser cuando esté más viejo y se levante y no sepa a qué hora carajo se casó, tuvo hijos y vienen ya lo nietos a desearle que feliz cumpleaños abuelito… y ahora que se piensa mejor ¿será que tengo un chino por ahí botado?. La vaina se agrava a cada instante, pues sucede que a nuestro héroe se le olvidó que había ido al parque acompañado de su mejor amigo - o al menos eso decía el amigo – y este hombre que le dice que se calme hermano, que las cosas con calma que de chiquito había sido machito machito y hasta le cascaba a los vecinitos, y que fresco parce que no tiene hijos, y como que todavía es virgen y que se la tome con calma hermano, y que más bien aléjese un poquito hermano que de pronto se prende, como en ese pueblo, Macondo, yo si escuché en las noticias parcero, la vieja esa que desfila dijo que en Macondo les había dado esa infección y que lo jodido hermano, es que se le prendió a todo el mundo y les tocaba ponerle papelitos a las cosas ¡hermano! ¡Pilas pues y nos vemos cuando se le pase! ¡Oiga y que se vea ese documental de Memento parce que ahí muestran a un man igualito a usted! Y este héroe nuestro que se va cantando por la calle… Memento, memento… Ola y ¿si fui al fin por la plata?... no, no, no concentrado carajito que no ve que se le olvida el nombre del documental, mejor lo anoto: Señor, señor, si, usted, el del costal… hermano présteme un esfero y si tiene un papelito, señor, pero no corra ola que necesito… bueno memento, memento…

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