martes, marzo 28, 2006

Liza Escribe: Ahora te entiendo Silva; parte II

...El tiempo pasó, y había sido el primer romance que había pasado por mi vida. El recuerdo no era suficiente para compartirlo en las eternas horas de charla en el baño de las niñas, ya se me estaba olvidando, y cada vez que lo repetía cambiaba la cosa, se ponía más o menos intenso de cómo realmente había pasado, según hubiera despertado ese día… En una creo que hasta me casé, y en otras como que ni siquiera le presté atención, y el paisaje de tierra caliente se hacía más interesante. Me aburrí de seguir esperando que algo así me volviera ocurrir, y al perder mucho tiempo esperando tener la valentía de llamarlo y preguntarle cómo estaba y que si todavía se acordaba de aquella situación engorrosa que aún había quedado sin terminar. Quería ser una mujer de armas tomar que se dejara de comer las uñas, costumbre que derriba fronteras, y se decidiera a poner en una bolsa negra a las muñecas, y destinarlas al cuarto de San Alejo; aún cuando la situación misma me daba pie para pensar qué tan Santo era Alejo, y qué tan lindo sería entablar una relación con él. A ver si las maripositas de Mauricio Babilonia se me volvían a meter por la oreja hasta el estomago… Aún cuando me aterraba que la mariposas no fueran amarillas, sería demasiado complicado tener mariposas de otro color por dentro... El resto no revolotean tanto, y hasta mala suerte deben traer; decía mi prima que la mariposas tenían karate, aunque creo que las amarillas no, tengo que preguntarle la próxima vez que se conecte desde su msn.es. En fin, me decidí a conocer gente del otro sexo, que resultaron ser tan o más aburridos que los de mi época… con anillos raros en los dedos, y actitud de desvestir a una mujer con sus ojos, aún cuando ni siquiera saben por qué lo hacen. Resultaron ser excelentes conversadores de basura, tanto hablaban que me daban ganas de reciclar para que doña Juana ya no estuviera tan cochina; quién sabe, de pronto hasta hubiéramos podido escribir poesía reacomodando las palabras. Después del robo de mi algodón de azúcar por uno de ese estúpidos triviales (hablo en el sentido literal, en serio me robaron un algodón de azúcar), me decidí a no buscar, igual es más factible encontrar que buscar, así que falté a la cita diaria de las conversaciones el baño, a los test donde se preguntaba de mil maneras si se es o no virgen, y a los catorce años para mi, era una respuesta obvia, así debían ser las cosas, y aún lo pienso por más zanahoria que parezca. Volví a la casa de mi siempre paciente amante, a quién descuidaba de vez en cuando por estar haciendo cualquier otra cosa, pero nunca olvidaba. La única diferencia es que le cambié el ánimo, ya no quería encontrar entre sus brazos, largas hojas de tragedia y términos técnicos que tenía que buscar en el diccionario, ya no quería sentirme obligada a recordar una fecha para que la siguiente tenga sentido, ya no más historias de niños valientes, de ancianos con un pie en la muerte, ahora iba a pedirle a mi amante que se codeara con los grandes, que fuera los grandes para hacerme feliz; no podía ser solo uno de los amante, tenía que ser todos al tiempo, ni uno más ni uno menos. Debía ser cambiante, exitoso, tierno, brusco, extraño, intelectual, ortográfico, biográfico, ficcionario (me acabo de inventar la palabra, y me gustó, así que no la voy a cambiar por más que venga la Real Academia y me digan lo que yo ya sé), trágico, feliz, gracioso; todo lo anterior y más, pero no al tiempo, sino por partes y en combinaciones raras, como se le antojara, pero que fuera como a mi se me antojara. Unos días moría en Shakespeare, otros mentía con García, otros no entendía Faulkner, otros suspiraba con Neruda, otro odiaba Vargas, pero siempre me enamoraba. Era el amor Platónico perfecto. No me hubiera avergonzado salir de la mano con ellos, es más, lo hacía muy a menudo... Todavía continúa... jeje... sigan votando!!!

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